“Voluntarios”, un poema que refleja y contagia

Acudimos desde senderos diversos
empujados por la misma brisa.

Dejamos atrás oficinas rutinarias, consultorios urgentes,
aulas inquietas, fábricas incesantes,
o la doméstica sencillez del universo familiar.

Nos convoca un reclamo de distante cercanía.
Nos rebela que el sol no entibie todas las mesas.
Nos sacude la sinrazón del plato vacío,
de la inocencia sin amparo o del patio sin juguetes.

En nuestra sangre confluyen las edades y los tiempos:
la frescura primaveral convive
con la serena melancolía del otoño,
la piel lozana se entreteje
con la dignidad de la arruga incipiente.

Encendemos una sinfonía anónima de manos solidarias
al ritmo generoso de los corazones sublevados.

Ambicionamos cántaros de leche nutriendo amaneceres,
ríos de azúcar endulzando estériles desiertos,
huertos perennes alfombrando rincones olvidados.

Anhelamos lluvias de espuma
desterrando la mancha sombría de la inequidad.

Llegamos del pasado y del presente
escoltando la verde utopía de un futuro sin hambre;
la abrazamos en el salón de la esperanza escondida
del único banco en cuya bóveda inviolable
solo brillan lingotes de sueños que no se rinden.

(Los voluntarios del Banco de Alimentos)

¡Gracias Jorge Contreras!

 

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